sábado, 12 de junio de 2010

Frío.

Esa noche no podía dormir, algo me decía que pronto llegaría, y yo quería estar despierta para verlo.

No paraba de dar vueltas, esperando y esperando...

Al cabo de un rato no pude evitar cerrar los ojos...
pero me levanté sobresaltada al oír un leve roce en el cristal, era como una rama que creciese demasiado larga y rozase en el cristal con el soplo del viento, pero enfrente de mi ventana sólo había un árbol, y sus ramas eran demasiado cortas como para provocar aquel sonido.

Así que abrí los ojos y allí estaba él, mirándome con tranquilidad, sentado en el poyete de la ventana.

-Ya has llegado- era una afirmación, y él lo sabía.

-Sí, te lo prometí- su voz sonaba inexpresiva, aunque ambos sabíamos que en realidad sentía algo, y también sabíamos qué sentía.

-Cuando quieras-

-Vamos-


Dicho esto, me puse los zapatos, había previsto que esto pasaría así que me había acostado con la ropa puesta.

Me cogió en brazos y se puso de pie en el poyete de la ventana, mirando hacia fuera, y se lanzó al vacío.

Aunque ya habíamos hecho esto miles de veces yo me seguía sobresaltando como la primera vez, pegué mi cara a su pecho y me abracé a él fuertemente.

-¿Estás cómoda?- Eso era algo que me encantaba de él, siempre se preocupaba por mí.

-Sí.-

De repente, cuando parecía que nos ibamos a estrellar, salieron de su espalda un par de alas negras preciosas y comenzamos a volar juntos, como muchas otras veces habíamos hecho.

-¿Estás preparada? Hoy es tu gran día pequeña.-

-Lo sé, lo estoy.- Era el día que con ansias estaba esperando desde que le conocí, Gabriel... un ángel oscuro, la criatura más perfecta sobre la faz de la Tierra. La criatura, de la que yo me había enamorado.

Llegamos a nuestro destino, un palacio medio derruido que había en las afueras de la ciudad, un palacio aparentemente normal, pero bajo sus suelos se hospedaban una pequeña comunidad de ángeles, tanto claros como oscuros. Aquello era un pequeño paraíso prohibido para la mayoría de humanos, pero había ciertas excepciones, como yo. Una afortunada humana que contaba con el amor de un ángel.

-Hoy... vas a dejar atrás tu vida... ¿seguro que quieres hacerlo?- Me miraba preocupado.

-Si, por ti, por nosotros.- Yo estaba totalmente convencida de lo que quería hacer.

Él bajó la mirada un segundo y después me besó suave pero apasionadamente.

-Entonces vamos.-

Abrió la puerta y me puso la mano en la cintura para que entrase. Allí estaban reunidos todos los ángeles y humanos que eran bienvenidos en ese hogar, se habían reunido para ese momento, mi momento.

Todos me llamaban y me daban frases de ánimo, lo que no sabían, es que yo estaba más que animada y motivada.

Al final de la sala me esperaban los ángeles más ancianos y poderosos.

-Tanya, ¿estás lista? ¿has cambiado de opinión?-

-No señor, sigo pensando lo mismo y estoy totalmente preparada.-

-Pero ya sabes el precio a pagar...-

-Si, y lo pagaré señor.-

-Bien, entonces no hay más que discutir.-

Miré a Gabriel, que seguía con su mano en mi cintura, y le sonreí, su cara sólo mostraba preocupación, aún así me devolvió la sonrisa.

-Mis señores... les ruego que me dejen hacer algo antes de... la ceremonia.- Les pedí algo nerviosa.

-Adelante querida.- Dijeron los tres con una sonrisa de complicidad y... ¿tristeza?

-Gracias... - Sonreí agradecida, y me giré -Gabriel... -Me abracé a él -Te quiero...- susurré a su oído, tras esto le besé dulcemente en los labios.

-Ya estoy preparada.- mi voz sonaba totalmente confiada, así que todos los presentes, incluído Gabriel, que lanzó un comencemos apenas perceptible, que sólo yo escuché.

-Bien Tanya... comencemos ya... túmbate en el altar.-

-Señor... por favor, déjeme estar a su lado durante la ceremonia.-

-Está bien Gabriel, podrás estar a su lado en todo momento, mientras no interrumpas nada.-

-Si señor...-

Así comenzó la ceremonia. Me tumbé en el altar indicado y le dije adiós a todos los asistentes. Había muchas caras llorando, yo sentí mucha pena de repente, pero nada me iba a impedir conseguir lo que quería.

-Tanya... adiós, has sido alguien muy importante entre nosotros, y has sido muy querida por todos nosotros, te extrañaremos mucho querida, hablando personalmante... has sido como la hija que nunca tuve.- Dijo el ángel más anciano con lágrimas en los ojos.

-Gra... Gracias señor... yo... sois una parte muy importante de mi vida, sois mi familia, todos ustedes, y... espero que lo sepáis. Adiós, os echaré de menos a todos.- No pude evitar que un par de lágrimas asomaran a mis ojos.

Dicho esto, cerré los ojos y tranquilicé todo el cuerpo, aquel era el final de mi vida anterior.

Y en ese instante, sentí un frío pinchazo en mi pecho y oí a Gabriel gritar mi nombre, por dentro sonreí, lo habían hecho de tal manera que no me estaba doliendo morir... Y ahora, cuando mi alma llegase al cielo, Gabriel vendría y estaríamos eternamente juntos. Él, ángel oscuro, y yo, alma pura con blancas alas.


Esta es la verdadera historia de un amor infinito que sobrevive a la muerte.







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Esta es la última historia que he escrito ^^

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